Llevo 25 minutos oyendo a un cabrón que no deja de tocar el claxon bajo mi ventana y me siento en la imperiosa necesidad de lanzar un mensaje a todos aquellos desalmados que no conciben el mundo más allá de sus propios problemas: "A ver, mamón de los cojones, si después de 20 minutos tocando el pito no ha aparecido el hijoputa que te ha aparcado en doble fila, asúmelo: la solución no pasa por seguir dándole a la bocina".
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